Babú, princesa del lugar de las aguas

Corre el año 1500, Colón y España habían abierto la puerta al encuentro de los dos mundos, dos continentes. Lo que hoy se conoce como La Grita, era llamado para ese momento; Humogría, en nuestra población se asentaba una tribu aborigen de nombre Babukena, al otro lado del primer río ( hoy San Antonio) estaba Karikena o aldea del lugar del águila. Más allá del segundo río (hoy río Bobo), vivían los indios Kenikes.

En la pequeña tribu Babukena, el jefe de la tribu había anunciado, que allí se construiría la aldea a su hija Babu, quien estaba comprometida con el gran guerrero Sumusika.
El jefe caminó sobre aquel valle, después de unas horas, comprobó que era una tierra fértil donde abundaba el agua dulce y los animales silvestres. Decidió establecerse allí, en el sitio que más tarde se llamaría Babukena (Lugar de las aguas).

Lo primero que hicieron los babukenos fue construir casas de piedra de forma rectangular y techada con palma. Conforme pasaba el tiempo se organizaban mejor la aldea: se dividían las tareas y cada uno colaboraba en el bienestar común. El buen jefe del gran río trabajaba con su gente y les estimulaba a aprender más cosas, aprendieron a hacer chicha de maíz, cultivaron la yuka, sembraron el tabako, y jamás faltaba en las fiestas el sabroso masato. Otros confeccionaron trajes de algodón y adornaban sus cabelleras con plumas de un ave llamada paují, tejieron canastas y cestas con juncos y raíces… En los días de fiesta se maquillaban su rostro con achiote según la labor que desempeñaban, otros se dedicaron a la pesca y a la caza… El chaman o kuraka, llamado Gran Oso, celebraba el ritual a los dioses. Todos estos primeros habitantes enseñaron a sus hijos y estos a los suyos. Con el tiempo la aldea se hizo más grande. La figura de Babú tenía un poderoso significado.

Pero algo les preocupaba y no les dejaba vivir tranquilo: El rostro de Babu, su princesa y próxima reina reflejaba una tristeza que ella misma no sabía disimular. Nadie entendía por qué, sólo Gran Oso, que con sus cantos a los dioses y estudio a los astros, descifró el sueño de Babu como una gran catástrofe, Babu había soñado que al valle llegaban hombres vestidos de metal con armas que escupían fuego y mataban a su gente.

Una mañana Babu desapareció. La buscaron en su casa, en los alrededores, pero todo fue en vano…

FUENTE: José Antonio Pulido Zambrano / Crónicas de las aguas

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