Volví a Michelena después de muchos años: las calles empedradas habían desaparecido, las casas y las plazas estaban diferentes, el tiempo lo había cambiado todo. Mi abuelita, a pesar de sus años lucía ágil y bella con su color de nube. Se movía de un lado para otro dando órdenes y arreglando la casa, me dijo:
La cola de La Carbonera
Miguel y su familia viajaban hacia Maracaibo luego de unas vacaciones en el Táchira. Poco después de las seis pasaron por Michelena. La montaña y las cosas comenzaron a borrarse. Las nubes aún tenían pinceladas de color que poco a poco se iban esfumando. A la izquierda veían precipicios, a la derecha cerros cubiertos de hierba y piedras.
El pozo encantado de Boca de Monte
Cerca de Michelena, por una carretera entre páramos, valles y precipicios se llega a Boca de Monte. Si continuamos la vía salimos al páramo de El Zumbador. El caserío entre montañas, de clima fresco, amanece cubierto por la bruma. Cuando esta descorre su cortina se ven casitas blancas y el grupo escolar rodeado de pinos, sauces y eucaliptos. Por el camino nos detenemos a comprar cuajadas envueltas en hojas de bijao.