La carretera a la represa Uribante-Caparo

Hace unos años cuando se hacía la carretera de penetración desde San Joaquín de Navay a la represa Uribante-Caparo, en La Cristalina, en las noches quedaba la maquinaria pesada en el mismo lugar donde había llegado en el día. Los obreros se marchaban hasta sus casas, lo mismo que los capataces, tractoristas e ingenieros. Quedaban en aquellas soledades tres vigilantes que se cobijaban en una carpa instalada al efecto. La zona era montañosa y boscosa. En la ladera, una profunda herida trazada con los tractores y palas mecánicas. De noche la niebla cubría este lugar solitario y envolvía con su manto montaña, árboles y carretera. Los vigilantes se guarecían del frío dentro de la carpa y dormían por turnos. El vigilante de guardia tenía una lámpara de gasolina y de vez en cuando se asomaba para ver las maquinarias.

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El hombre de los potreros

Cercana a la población de Pregonero hay unos potros donde los campesinos del lugar llevan a pastar sus reses, los llaman “Los Potreros de Rubio”. Los potreros tienen un muro semi-derruido y algunos árboles. Cuentan que en los alrededores del muro aparece un hombre con una vasija de barro en la mano, se dirije hacia un árbol de guamo y regresa sin la vasija. Los que lo han visto, aseguran, que esto significa que bajo las raíces del guamo está enterrado un chorote lleno de morocotas de oro y que para encontrar ese tesoro, hay que llevar al hombre desde el muro hasta el árbol montado sobre los hombros, ese es el pacto. Pocas personas se han ofrecido para rescatar el entierro por miedo al pacto. Algunas lo intentaron sin hacer caso del pacto y por más que desenterraron las raíces del guamo, todo fue inútil.

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La laguna de García

Rafael bajó del vehículo e invitó a su familia a que hiciera lo propio. Viajaban desde la capital y era la primera vez que venían a Los Andes. Desde La Grita contemplaron con deleite el paraje montañés, la vegetación con sus helechos arborescentes con penachos en forma de palmera, los precipicios y la niebla. Admiraron la pequeña laguna de forma ovoide y el valle. La menuda hierba cubriéndolo todo como un tapiz llegaba hasta sus orillas y desde lejos sus aguas lucían tranquilas.

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La quebrada La Escalera

Muy cerca de Pregonero se desliza la quebrada La escalera. Sus aguas limpias y frescas bajan de la montaña para verterse en el río Uribante. Sus márgenes están cubiertas de vegetación variada: helechos, arbustos, parásitas, guamos, cedros y caobos. Las aguas bajan juguetonas entre piedras. En numerosos lugares las rocas están cortadas en lajas formando escaleras. Estas escaleras naturales de piedra blanquecina sirven de cauce a la quebrada donde el agua salta alegremente formando pequeñas cascadas y otras veces numerosos pozos cristalinos.

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La piedra del Tesoro

La población de Pregonero fue fundada por Francisco Borja y Mora en 1.727. Enclavada en un valle limita de Norte a Sur con el río Uribante. Sus otros contornos por boscajes y los cerros El Bolón y San Alejo. Más allá la cadena de montañas. El poblado posee una sola calle larga, casas de bahareque se agrupan alrededor de esta y de la plaza; la iglesia con su pequeño campanario sobresale del conjunto. Originalmente situado en La Poncha.

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La misa de medianoche

Nos remontamos hacia el año de 1920, cuando el alzamiento de los «chácaros» contra la dictadura del general Gómez. Cuentan que el sacerdote de la Iglesia Matriz, hoy Iglesia de San Antonio, tenía el dinero que él había recogido con limosnas durante mucho tiempo. Como era inminente la invasión de las tropas de Eustoquio Gómez, enterró el dinero en un lugar del templo sin que nadie supiera donde…

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