El hombre de la urna

Hace algunos meses visité a mis parientes en Monte Carmelo. Cuando llegué al pueblo, una mañana fría de diciembre, contemplé un paisaje extraordinario: las casas de teja con amplios aleros sostenidos por horcones, los jardines con flores multicolores, las calles empinadas, los cafetales, frondosa vegetación y en la lejanía las montañas, pero, todo envuelto en finos girones de niebla donde, de trecho en trecho, se filtraban los rayos del sol. Sentí una gran emoción al dirigirme a la casa de los Sayago. Allí me recibió mi primo Chucho quien llamó a gritos a Rita, su esposa y a toda la muchachada.

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El entierro de Monte Carmelo

Al atardecer, nos dirigimos al hogar de los Chacón Pérez. Subimos por una calle empinanda en donde a la derecha y a la izquierda había diseminadas casas de teja con aleros sostenidos por horcones. La niebla comenzaba a bajar en ráfagas, los tenues rayos del sol coloreaban de rosado las nubes. En la puerta de la vivienda nos estaba esperando Danilo, el mayor de los hijos, quien amablemente nos invitó a pasar. Poco después compartíamos la cena familiar.

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El puente de Monte Carmelo

La noche estaba serena y la atmósfera transparente. Gustavo se dirigía a su casa en Cordero, se detuvo en la estación de servicio de San Rafael para echarle gasolina a su automóvil. Se bajó, midió el aceite y el agua del vehículo, notó que una joven lo miraba atentamente, era hermosa y lucía una linda figura, pero lo que más le llamo la atención fue su cabellera negra y brillante que le llegaba hasta la cintura. Pagó el importe de la gasolina y prendió el motor. Cuando iba arrancar, la joven vino hacia él con una sonrisa y le dijo:

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Los tunjos de la Cordera

Hace más de treinta años, en la cabecera de la quebrada La Cordera, llovió torrencialmente, lluvia que vino acompañada de truenos y relámpagos. Los habitantes de Cordero y sus alrededores estaban atemorizados porque el furor de la tempestad era ensordecedor y retumbaba en toda la zona, centellas zigzagueantes cruzaban el cielo en todas direcciones. Continúa leyendo Los tunjos de la Cordera

La Virgen de Monte Carmelo

En un pequeño valle se acuna la aldea de Borriqueros. El clima es fresco y la tierra fértil son propicios para el cultivo del café, frutas y hortalizas. Sus gentes laboriosas, sencillas, honestas y piadosas viven en armonía con la naturaleza. Las montañas y campos están siempre verdes y ríos cantarinos riegan los prados.

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