El geniecillo de los pozos azules

A pocos kilómetros de Lobatera, en un hermoso paraje entre piedras y matorrales la quebrada Pozos Azules deja entre las piedras varios pozos que por la profundidad de sus aguas se ven azules, de ahí su nombre. Allí van todos los lugareños a pasar ratos de esparcimiento, especialmente en los días calurosos de verano.

Cuentan hace tiempo un niño de seis años desapareció y sus padres lo buscaron incansablemente. Cuando más desesperados estaban porque el niño no aparecía, lo encontraron desnudo al lado de uno de los pozos:

– ¿Qué haces ahí, David?

– Estaba jugando con un amigo, míralo, allí está sobre aquella piedra.

– ¿Por qué estás desnudo?

– Porque mi amigo catire dice que lo natural es estar desnudo, observa que los animales no se visten.

El padre de David vio asombrado a un muchachito rubio que lo miraba sonriente con expresión burlona. También estaba desnudo. Levantó una mano y comenzó a llover a pesar de que no habían nubes y lucía un sol radiente. El padre de David comprendió que se trataba de un duende, tomó a su hijo de la mano y corrió hasta su casa.

Muchas veces vieron los lugareños al muchacho rubio sentado en la peña. Era juguetón y no permitía que se acercaran al pozo, tampoco que en los ardientes días de sequías el ganado bebiera. El duende era capaz de traer la lluvia, tormenta o niebla aunque el sol luciera esplendoroso.

Pasaron los meses, el padre de David observaba al niño y no encontraba nada extraño, iba al colegio y comentaba a sus amigos el encuentro con el niño catire de Pozos Azules. Pero el geniecillo de las aguas continuaba haciendo travesuras a los aldeanos. El padre de David, cansado de las bromas del duende de Pozos Azules decidió ponerles fin. Habló con el párroco y cargó su escopeta con balas de cera bendita, fue al pozo y vio al genio de las aguas sentado en una piedra, apuntó hacia él y disparó. El duende cayó al pozo y él, asustado por lo que había hecho, salió corriendo cerro arriba. De inmediato se levantó una tempestad, la quebrada Pozos Azules creció y los pozos se desbordaron. Parecía de noche, la fuerza incontrolable de las aguas arrastraba piedras y todo lo que alcanzaba a su paso. Cuando vino la calma y las aguas se aquietaron los pozos lucieron tan azules como antes, pero al duende no lo vieron más.

58 - El Geniecillo de Pozos Azules

Lolita Robles de Mora. (2011). Ruta del sol. En Leyendas del Táchira I (205-207). San Cristóbal, Venezuela: Ediciones Robledal.

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