La Copita de Oro

Cuando tenía catorce años vivía en Venegara con mi madrina la señora Domitila. La luz eléctrica se está implantando en El Cobre, pero no se había extendido a los contornos. Eran las ocho de la noche. Mi madrina me pidió que fuera a la pulpería de Don Nemesio distante unos kilómetros, a comprarle unas velas. Sin muchas ganas tome el camino. La noche estaba oscura, apenas algunas estrellas titilaban hacia el oriente.

A duras penas veía el camino. Delante de mí un tenue resplandor me alumbraba. Me pregunté:

– ¿Que será eso?

Miré inquisidor hacia el camino. Delante, a unos diez metros se movía una especie de sombrerito. Debajo de él, como si fuera un candil, salía una luz suave que alumbra delante de mí.

Muy asustado llegué a la pulpería y pedí las velas, luego un cuartico de mistela y me la tomé de un trago. Don Nemesio que nunca me había visto tomar me miró asombrado y preguntó:

¿Qué te pasa, sute Andrés?

– No, nada, – balbuceé.

– Pero, ¿por qué estas pálido? ¿Necesitas ayuda?

Y como me hablaba en tono paternal entre en confianza y le dije:

– Todo el camino, desde la casa de Doña Domitila hasta aquí, me ha alumbrado una especie de lamparita que camina delante de mí, venga, asómese a la puerta, debe estar ahí.

Nos asomamos a la puerta y escudriñamos en la oscuridad de la noche. A pocos pasos de la pulpería, a un lado del camino, estaba la misteriosa luz.

– No te asustes, sute Andrés, es La Copita de Oro.

– ¿La Copita de Oro?

– Sí, se aparece a los caminantes en las noches oscuras y los acompaña por esos caminos reales hasta que llegan a su destino. Su acción es benéfica, no te asustes, no te hará ningún daño, por el contrario, si se la torea, crece de tamaño y toma forma fantasmagórica. No hace mucho tiempo, don Cipriano, el que vive cerca de Santa Ana, venia de La Grita y se la encontró en la noche. Quiso hacerse el valiente y se burló de ella y la toreo. Primero se convirtió la copita en un burro pequeño, luego en un burro grande y cuando iba llegando al hogar era un monstruo tan grande como la casa. Él comenzó a llamar a gritos a su familia, pues ya era entrada la noche y la casa estaba cerrada. Cuando le abrieron, lo encontraron desmayado en el suelo, preso de grandes convulsiones. Al volver en si repetía:

– ¡Era La Copita de oro!, ella es buena y no se le debe molestar.

Dicho esto, dí las gracias al pulpero y regresé a casa alumbrado por mi extraño acompañante. No he vuelto a conseguirla en los senderos, pero son muchos los viajeros que la han encontrado por los caminos reales de El Cobre, El Zumbador, Seboruco o La Grita. Este simpático fantasmita inunda de luz benéfica el camino de las montañas tachirenses.

30 - La Copita De Oro

Lolita Robles de Mora. (2011). Ruta de la montaña. En Leyendas del Táchira I. San Cristóbal, Venezuela: Ediciones Robledal.

Se prohíbe la reproducción total o parcial [del presente texto digital], excepto para los fines docentes, lo que requerirá la mención obligatoria del libro del autor.

2 comentarios en “La Copita de Oro

Deja un comentario